El primer día de nuestra aventura nos ha llevado hasta Skudeneshavn, un idílico pueblo de antiguos pescadores a orillas del brumoso Mar del Norte. Skudeneshavn vivió su época de esplendor a mediados del siglo XIX, cuando se descubrieron grandes bancos de arenque frente a sus costas. La captura y comercialización del pequeño pez revolucionó la vida en el pueblo, propiciando un rápido crecimiento de su núcleo urbano y de su población. Hasta allí se desplazaron un gran número de trabajadores de la región, buscando escapar de la pobreza imperante en la pujante industria pesquera. De aquel pasado dorado queda testigo su casco antiguo, uno de los mejores conservados de toda Europa. Más de 200 casas perfectamente preservadas con sus características estructuras de madera, pintadas en un blanco inmaculado, que nos trasladan a un tiempo remoto.
Paseando por sus calles tuvimos ocasión de visitar una cafetería muy especial. La regenta Johannes, un risueño octogenario que prepara los mejores waffel que hemos probado nunca. Hanny, como también se le conoce, inauguró su negoció hace más de 20 años, cuando estalló la guerra de los Balcanes. Su intención era ayudar a las familias de refugiados bosnios que llegaban a Noruega escapando de la guerra. Gracias a sus aportaciones muchas familias pudieron salir adelante. A día de hoy, su misión no ha cambiado y sigue destinando parte de sus beneficios a tan solidaria causa.
A medio día repusimos fuerza con Lapskaus, una enérgica sopa típicamente noruega a base de patatas, zanahorias, ternera y salchicha. Todo transcurrió en una antigua casa de pescadores a orillas del mar llena de pequeños pero encantadores detalles. Un escenario de cuento donde pudimos relajarnos y apreciar la gastronomía noruega.
Ya en la tarde tuvimos oportunidad de vivir una aventura muy especial. Einar Eriksen es un jubilado noruego que se ganó la vida en el mar durante más de 40 años. A día de hoy, todavía sigue saliendo a recordar su antiguo oficio a bordo del “SyreBrust”. Einar fue el encargado de introducirnos en las antiguas artes pesqueras que propiciaron el desarrollo de Skudeneshavn. Nuestra travesía en el mar del norte se prologo más de una hora y podemos afirmar que fue fructífera. Regresamos a puerto con cinco caballas bien frescas listas para servirse durante la cena.
El último acto de la tarde fue una dulce sorpresa que nuestros viajeros no se esperaban. Visitamos la casa de Bjørg Sommerfeldt, una antigua maestra noruega apasionada de la repostería tradicional. La visita fue una excelente ocasión para deleitarnos con una fabulosa cata de tartas típicamente noruegas. “Verdens beste” (la mejor del mundo), “Suksesskakee” (tarta de éxito), “Eplekake” (tarta de manzana), “Jordbærkake” (tarta de fresa) fueron algunas de las tartas que tuvimos ocasión de disfrutar. Realmente delicioso.
Mañana la jornada nos llevará hasta Preikestolen. Una de las rutas senderistas más espectaculares del mundo que podamos realizar.
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