¡Qué jornada! A primerísima hora de la mañana (6:50) tomamos el tren desde Bergen hasta Flåm, el idílico pueblo enclavado en el interior del Sognefjord. Antes de llegar al corazón de los fiordos, hicimos transbordo en Myrdal, donde nos subimos en uno de los trenes más espectaculares del mundo. La travesía entre Myrdal y Flåm está catalogada como uno de los viajes en tren más bonitos del mundo. Las vistas panorámicas que se disfrutan son simplemente alucinantes. Transcurre entre escarpadas laderas donde se insertan numerosos saltos de agua. Espectaculares cataratas que te hipnotizan por su colosal belleza, que nos despiertan esa conciencia profunda que nos une a la madre naturaleza. Simplemente impresionante.
Según cuentan en su web, la revista National Geographic Traveler ha elegido el Tren de Flåm como uno de los diez mejores viajes en tren de Europa y, en 2014, Lonely Planet Traveller fue incluso más allá y lo designó como el mejor viaje en tren del mundo.
Una vez llegados a Flåm, nos tomamos la mañana libre para explorar el pueblo. A media tarde nos pusimos en marcha hasta la granja de Otternes, un conjunto de casas del siglo XVIII ubicadas en lo alto de una loma. Las vistas desde este punto son de ensueño. Con semejante panorama, recorrimos el conjunto deleitándonos en cada detalle. Respiramos auténtica serenidad ante tanta belleza del entorno. De regreso al hostal nos sorprendió un pequeño diluvio (típicamente noruego) que nos obligó a refugiarnos en una cafetería a orillas del fiordo. Fue un auténtico regalo ya que las vistas panorámicas desde ese punto eran impresionantes. Más aún con la lluvía torrencial cayendo con fuerza y la bruma al fondo ocultando el fiordo. Todo el conjunto se teñía de un extraño ambiente de misterio. Como si de pronto, algún barco vikingo fuese hacer acto de presencia…
Regresamos al hostal con la idea de descansar tras un día repleto de parajes difíciles de olvidar.